La galleta de jengibre, un cuento de Navidad

LAS GALLETAS DE GINGERBREAD MAN EMPEZARON SIENDO PAN DE JENGIBRE

Después de ser un producto típico de las ferias medievales, las galletas de jengibre adquirieron todo un nuevo sentido navideño gracias a la reina Isabel I de Inglaterra, que en el siglo XVI, en Navidad pidió a sus pasteleros que sus galletas tuvieran la forma de algunos personajes, especialmente de los miembros de su corte y pretendientes, que por esos días iban a visitarla a la corte y así, las galletas eran decoradas con atuendos comestibles y se ofrecían a sus invitados, en forma de regalo hacia ellos.

Pero tras convertirse en una tradición. En Inglaterra, las mujeres jóvenes comían los hombres de jengibre porque representaban a los esposos y de esta manera se aseguraban de que un día encontrarían un marido.

Tanto éxito tuvieron estas galletas que hasta escribieron un cuento, ¿te lo sabes?:

Érase una vez, una mujer anciana que habitaba en una bonita casita situada en lo alto de una pequeña montaña y rodeada de muchos arbustos y flores. Le encantaba hacer galletas en Navidad y, un día, decidió hacer una galleta muy especial: ¡una galleta con la forma de un hombre de jengibre!

Amasó la masa, la cortó haciendo la forma de la cabeza, el cuerpo, los brazos y las piernas y lo metió al horno. Mmm… La cocina empezó a desprender un delicioso y dulce olor y, cuando el hombre de jengibre estaba lo suficientemente dorado y crujiente, la anciana lo saco del horno, lo decoró con crema de distintos colores: blanca para los ojos y la ropa, roja para los labios y azul para las cejas y los botones.

Cuando terminó de poner el último botón, ¡PUM! El hombre de jengibre cobró vida, se levantó y salió corriendo cantando:

– ¡Corre, corre! ¡Corre todo lo que puedas! ¡Jamás podrás alcanzarme! ¡Soy el hombre de jengibre!

La anciana corrió y corrió detrás de él, pero no pudo alcanzarle. En su camino, el hombre de jengibre se encontró con un pato:

– ¡Cua, cua! ¡Qué bien hueles! ¡Me encantaría comerte!

El pato corrió balanceándose detrás del hombre de jengibre, pero no pudo alcanzarle. Se encontró entonces con un cerdo:

– ¡Oink, oink! ¡Para, hombre de jengibre! ¡Me muero de ganas de comerte!

El cerdo lo persiguió brincando, pero tampoco pudo atraparle. En la sombra fresca del bosque, un cordero vio al hombre de jengibre:

– ¡Bee, bee! ¡Quiero comerte, hombre de jengibre! ¡Para ahora mismo!

El cordero lo persiguió saltando, pero el hombre de jengibre corrió más rápido y tampoco logró alcanzarle. Cuando el hombre de jengibre miró hacia atrás vio a la vieja y a todos los animales persiguiéndole: ¡Eh! ¡Eh! ¡Cua, cua! ¡Oink, oink! ¡Bee, bee!

El hombre de jengibre continuó corriendo hacia el río donde vio un zorro:

– He huido de la anciana, del pato, del cerdo y del cordero. ¿Quieres que huya también de ti? No puedes alcanzarme, soy el hombre de jengibre!

El zorro muy listo e inteligente sonrió y dijo:

– Espera, hombre de jengibre, yo no voy a comerte. Si quieres, puedo ayudarte a cruzar el río. ¡Ponte encima de mi cola!

El hombre de jengibre le hizo caso y, después de unas cuantas brazadas por el río, el zorro dijo:

– Hombre de jengibre, el agua aquí es muy profunda. ¡Ponte encima de mi cabeza si no quieres mojarte

– ¡Ja, ja! ¡Nunca podrán alcanzarme! – rió victorioso el hombre de jengibre cuando, subido sobre la cabeza del zorro, comprobó que ya quedaba poco para cruzar el río.

– ¡Claro que no, jamás podrán alcanzarte! – gritó el zorro malicioso.

El zorro echó atrás la cabeza, lanzó al hombre de jengibre al aire y abrió la boca. ¡El hombre de jengibre iba a caer en su boca y el zorro se lo iba a comer! ¡Oh, noooo!

Mientras el hombre de jengibre volaba por los aires, un pájaro que pasaba por allí, lo atrapó con su pico y lo llevó lejos del zorro.

Cuando ya estaban en tierra, el hombre de jengibre preguntó al pájaro:

– ¿Los pájaros como tú comen galletas?

– No me gusta el dulce, hombre de jengibre, y, además, nunca te comería. ¡Prefiero que seamos amigos!

Desde entonces, el pájaro protege al hombre de jengibre del resto de animales que quieren comerle. ¡Y el hombre de jengibre se lo agradece día tras día! Recuerda: ¡Nadie puede atrapar al hombre de jengibre!

A mí me encantan estas galletas por eso tenemos varios productos, sobre todo de Navidad, decorados con galletas de jengibre hechas de pasta de seda: adornos para el árbol, broches de pelo, pendientes y más productos que puedes encontrar en nuestra tienda online.

¡Feliz semana!

María

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